Si la esencia de nuestro ser es amor, no es posible ser feliz de otra forma que siendo amor. El ser permanece más allá, más adentro, obrar está más afuera. Nuestro ser amor está en el fondo del inconsciente, nuestro obrar está en la zona exterior de la conciencia. Se puede obrar de manera que las acciones expresen siempre amor, en este caso se produce una armonía de nuestro obrar con nuestro ser, que es paz interior, alegría, amor, felicidad.
También se puede obrar en contradicción con nuestro ser y expresar maldad, no amor. En este caso, la ruptura de la acción con el ser crea una honda y extraña tristeza, la infelicidad.
La felicidad es una propiedad esencial de nuestro ser, pero, como el ser mismo, permanece inconsciente. Cuando la persona decide poner el amor como motivo de todas sus acciones, esa felicidad esencial se hace consciente en cada acción realizada con amor. Las acciones que expresan amor producen felicidad consciente, las que no lo hacen resultan frustrantes.
Quien desee vivir felizmente, lleno de gozo, de luz, tiene la necesidad absoluta de convertir el amor en su objetivo único, darle tanta importancia como a su existencia misma. Ciertamente esta decisión no será efectiva desde el principio, pero está en el comienzo del camino hacia la felicidad. Amar requiere mantener una actitud de bien querer, benevolencia, hacia la totalidad de los eventos que conforman la vida. Es claro que el amor a las personas ocupa una posición suprema, pero no es posible amar a las personas si no se ama la totalidad de los elementos que componen el mundo donde se vive.
Si alguien desea extremar las diversas situaciones posibles a los términos límites de la existencia humana, quizá no se sienta capaz de permanecer amoroso. Amar la enfermedad, la muerte, las catástrofes, los atropellos, ¿también entra en la cuenta del amor?
La respuesta es, sin dudas, positiva; sí, también esas situaciones entran en el campo del amor. Ahora debemos hacer una distinción necesaria entre amor y deseo. Nadie tiene que desear la enfermedad, pero si está enfermo el amor le ayudará mucho a enfrentar la situación. Nunca deja de ser verdad que nuestra esencia es el amor y debe ser realizado siempre. Mientras se tenga conciencia puede haber una posición de amor.
Los cristianos creemos que todo lo que nos sucede en la marcha de la existencia es un paso más hacia la eternidad, algo que nos está llevando a la felicidad de lo Absoluto, de Dios. Eso puede ser amado.
El amor es felicidad. Siempre somos amor, siempre somos felices.
Quien no es feliz habitualmente puede descubrir con sólo observar que vive sin amor, y así no se puede ser feliz con plenitud.
Amar es la plenitud de la felicidad.
También se puede obrar en contradicción con nuestro ser y expresar maldad, no amor. En este caso, la ruptura de la acción con el ser crea una honda y extraña tristeza, la infelicidad.
La felicidad es una propiedad esencial de nuestro ser, pero, como el ser mismo, permanece inconsciente. Cuando la persona decide poner el amor como motivo de todas sus acciones, esa felicidad esencial se hace consciente en cada acción realizada con amor. Las acciones que expresan amor producen felicidad consciente, las que no lo hacen resultan frustrantes.
Quien desee vivir felizmente, lleno de gozo, de luz, tiene la necesidad absoluta de convertir el amor en su objetivo único, darle tanta importancia como a su existencia misma. Ciertamente esta decisión no será efectiva desde el principio, pero está en el comienzo del camino hacia la felicidad. Amar requiere mantener una actitud de bien querer, benevolencia, hacia la totalidad de los eventos que conforman la vida. Es claro que el amor a las personas ocupa una posición suprema, pero no es posible amar a las personas si no se ama la totalidad de los elementos que componen el mundo donde se vive.
Si alguien desea extremar las diversas situaciones posibles a los términos límites de la existencia humana, quizá no se sienta capaz de permanecer amoroso. Amar la enfermedad, la muerte, las catástrofes, los atropellos, ¿también entra en la cuenta del amor?
La respuesta es, sin dudas, positiva; sí, también esas situaciones entran en el campo del amor. Ahora debemos hacer una distinción necesaria entre amor y deseo. Nadie tiene que desear la enfermedad, pero si está enfermo el amor le ayudará mucho a enfrentar la situación. Nunca deja de ser verdad que nuestra esencia es el amor y debe ser realizado siempre. Mientras se tenga conciencia puede haber una posición de amor.
Los cristianos creemos que todo lo que nos sucede en la marcha de la existencia es un paso más hacia la eternidad, algo que nos está llevando a la felicidad de lo Absoluto, de Dios. Eso puede ser amado.
El amor es felicidad. Siempre somos amor, siempre somos felices.
Quien no es feliz habitualmente puede descubrir con sólo observar que vive sin amor, y así no se puede ser feliz con plenitud.
Amar es la plenitud de la felicidad.
Excelente reflexión Padre querido. Estoy totalmente segura de que esas palabras las ha hecho vida en su vida. Un abrazote.
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